Europa en paz

Habíamos dejado a los poderosos de este mundo en guerra. Las cosas se calman y le dan a Europa un corto período de paz.

En cuanto a las negociaciones matrimoniales, el reino de Francia se lleva la mayor parte. La boda más hermosa del turno es la de Enrique de Navarra y Margarita de Valois. Va acompañado de una promesa de no agresión y el compromiso francés de financiar la boda. La reina virgen se promete de nuevo a un pretendiente, pero éste tiene pocas posibilidades de llegar a la noche de bodas. España renueva su alianza con Francia, pero uno siente que Madrid se está volviendo reticente. Parece que los diplomáticos han tenido prioridad sobre los hombres de acción cuando el Imperio Otomano y España hacen la paz. Esto inspira reflexiones desdeñosas alrededor de la mesa sobre la virilidad de los protagonistas.

Siguen las declaraciones de guerra. Inglaterra decididamente no puede vivir sin Escocia y le declara la guerra a Francia. Y eso es todo. No hay más declaraciones. Aparte de la guerra contra los protestantes en Holanda, no habrá otro conflicto en esta ronda. ¿Nos dirigimos hacia una era de paz mundial en la que los líderes se dediquen a sus familias y a las bellas artes?

Al menos, uno pensaría eso. El otomano está dedicando su turno a la conquista de Túnez, un nido de rebeldes, bajo la autoridad del sultán. Intenta atravesar el Canal de Suez, sin éxito. Aparte de un tímido intento de piratería, nada perturba la calma de la Sublime Puerta.
Por su parte, España se centra en la lucha contra la herejía protestante. Sus esfuerzos cancelarán el avance de los holandeses, el Duque de Alba es enviado a Bruselas a la cabeza de un gran ejército para sofocar la rebelión. Una gran parte del presupuesto español se dedicó a la defensa de las colonias. Abundan los piratas franceses e ingleses.
La guerra franco-inglesa ve la rápida caída de Edimburgo. Los ingleses se envalentonan entonces para piratear la costa francesa. París podría soportar la pérdida de Escocia, pero no que los británicos vengan a saquear sus puertos. El rey Carlos IX ordenó la construcción de una flota de alta mar. Se encuentra un almirante competente y es un éxito total: la flota inglesa es enviada al fondo y, respuesta del pastor a la pastora, las costas inglesas son pirateadas a su vez.
Francia domina las olas, es inusual.

Al final de la ronda, los monarcas que han financiado a artistas o escritores reciben las creaciones de sus protegidos. Y sólo podemos notar la mediocridad de estos. El sultán ha vertido vertederos de oro sobre un artista italiano que sólo produce obras de baja calidad. En toda Europa se puede observar la falta de éxito del patrocinio. ¿Sería la guerra una mejor opción?